martes, 17 de noviembre de 2015

Por qué detesto las cámaras - Epílogo a mi salida del Stade de France



Supongo que este es un mea culpa. una simple forma de apaciguar mi consciencia. Qué sé yo. Ayer un periodista me contactó por Facebook diciéndome que se había enterado de que yo había estado en el Stade de France el día de los atentados, y que querían entrevistarme para saber qué había pasado. La verdad es que en inicio lo estaba dudando, porque no confío de a mucho en los medios de comunicación, ni en los periodistas y no creo que tuviese mucho que decir al respecto. Pero me acordé que en días anteriores, había hablado con mi novia (libanesa) sobre los atentados en Beirut, de las señoras que trabajaron en la universidad donde obtuvo su título de economista, y que murieron por el estallido de aquel kamikaze del mismo grupo, que un día después, provocaría terror, muertes, tristeza en París. Pensé que aquella era una forma de decir al menos “existe Beirut y pasó por esto”, para que existiese un poco más de solidaridad desde Latinoamérica, para que viesen lo que pasaba en un país tan similar a Colombia, pero donde la violencia es una bomba de relojería a causa de las religiones que hay allá (les dejo un pequeño link para que sepan cómo está distribuido el mapa religioso) y del mal de geografía (tiene al lado a Siria e Israel).

¡Ah! Y aclaro de entrada. Me parece una estupidez decir que unos muertos valen más que otros. Me parece una tontería decir que hay doble moral en llorar las víctimas de un ataque y no las de otro. Me parece idiota andar quejándose de que nosotros ya teníamos violencia y otros no…no veo que vayamos a ningún lado con esto. En Siria, es verdad, hay víctimas de una guerra horrible que sólo deja cuerpos, lágrimas y huérfanos por doquier. Es cierto que Francia ha enviado aviones que han bombardeado en Siria en su lucha contra el grupo Estado Islámico que por cierto, llevaron a un enfrentamiento diplomático con Putin , quien insistía que en la lucha contra el EI, los estados tenían que darse de la mano con el gobierno de Siria. Pero el punto es que no estoy de ninguna manera de acuerdo con esa tonta discusión de que si nos duelen unos muertos, también  nos tienen que doler los otros. O que si decimos A, también tenemos que decir B. En un artículo de The Guardian, se señala que a veces se da más pantalla a una tragedia que otra, porque interesa y mueve más al grupo de personas a las que va dirigida. Infortunadamente en términos generales, en Colombia por lo menos, no nos identificamos mucho con el Líbano, a pesar de que sus gentes se mueven entre nosotros, a pesar de que tienen una descendencia importante en nuestro país con personas como Juan Gossain y Shakira—y personajes nefastos como el presidente Turbay Ayala—, y a pesar de que nos parecemos bastante en muchas cosas; porque hemos tomado distancia de ellos y bueno; probablemente si no fuera por el hecho de que mi novia es libanesa, no estaría parándole tantas bolas al tema. Eso no me hace ni mejor, ni peor persona. La solidaridad, pienso yo, es algo que uno puede sentir, ya sea porque uno se identifique con las personas que están allá, porque uno haya visto casos similares y le arruguen el corazón o qué sé yo. No podemos imponerle a nadie que sea solidario con tal o cual país, porque eso sencillamente va contra la libertad de esa persona. En sí, pienso yo, la solidaridad es un acto que sirve, pero no sirve para nada. Sobre todo si somos Colombianos. Probablemente podamos expresarle a un pueblo que estamos con ellos, pero no vamos a cambiar nada. Llámenme pesimista, pero en este momento creo que estamos en una guerra que sobrepasa cualquier cosa que nosotros podamos hacer. Que coloquemos la bandera de Francia o no, no va a cambiar los bombardeos o los ataques del EI. Tampoco que coloquemos la bandera del Líbano. Pero si alguien considera que es la mejor manera de enviar un aliento a un pueblo al otro lado del mar, pues está bien.

Además, déjenme agregar que noticias sobre Líbano sí hubo. Apenas mi novia me dijo que en su ciudad había ocurrido un ataque terrorista, inmediatamente coloqué la palabra “Beirut” en el buscador y me aparecieron un sinnúmero de páginas con la noticia en desarrollo. Incluso en su versión web, Le Monde comenzó a reseñar qué estaba pasando por esos lares. Entonces sí hubo difusión, pero no tanta como la de París porque por alguna razón los ciudadanos de otros lares no se interesaron tanto. Probablemente no estén muy relacionados con Beirut (ni sepan de la existencia de un país llamado Líbano). Probablemente hayan ido sus últimas vacaciones a París y esto los haya hecho sentir en medio del combate. Los medios le dan bombo a lo que venden. Ellos, a pesar de todo lo que digan, les importa es tener público, que los miren. Por eso es que en este momento, los periódicos colombianos están más pendientes del partido Colombia – Argentina, que de la situación actual en París.  Así funciona el mundo. Así ha sido desde hace un tiempo. 



Por eso es este mea culpa y mis golpes de pecho. Por no haberme sentado a pensar lo suficiente para llegar a estas conclusiones antes de decirle al periodista que sí, que aceptaba su entrevista, que aceptaba su reportaje que para más inri iba para televisión. Y déjenme que les diga una cosa sobre ese medio, todas las noticias son manipuladas. Los medios no manipulan las personas sino la información, ergo, si ellos toman un testimonio, lo cortan hasta que quede lo que les importe dependiendo del tiempo que tengan en pantalla, y los detalles que les interesen. Si hay una reunión de mandatarios en la ONU, ellos cortan los saludos protocolarios, las normas jurídicas citadas y dejan sólo las frases rimbombantes, polémicas; aquellas que pueden llamar la atención por parte de las gentes. Aquello que recibimos es lo que los medios nos quieren dejar. Y eso en principio no está mal.  Hay gente que no le gusta ver el partido de fútbol sino los goles. Hay gente que quiere saber qué pasó en una discusión sobre el salario mínimo y no se va a poner a ver toda la discusión entre representantes de Gobierno y sindicatos, sino va a lo que se pactó. Así son las cosas.
Ahora, el problema es que la entrevista la acepté pensando de forma idiota e inocente que me dejarían dar una opinión sobre la situación de los días siguientes al ataque (creyéndome yo quién sabe qué persona, a pesar que mis conocimientos de la situación son los de cualquier ciudadano), dejándome hablar al menos un minuto sobre la polarización que hay en este momento en el que si uno dice que Francia debe dejar los bombardeos porque hay riesgos gigantescos de que éstos afecten a la población civil, inmediatamente le caen a uno para pegarle (y lo invitan de forma grosera a irse a vivir a Irak, como me pasó con una venezolana); y si uno dice que Francia debería atacar, inmediatamente le caen también a uno a tildarlo hasta de asesino (como vi que le dijeron a alguien). Así está el ambiente de horrible y está siendo preferible no opinar sobre nada.

También pensé que podría decir al menos hubo un atentado en Líbano para que la gente que no estaba allá se enterase, teniendo en cuenta que un latino puede tener una novia libanesa que esté preocupada por su país, pero me olvidé que como se señaló en la película Hotel Rwanda, probablemente la gente que mire aquel canal simplemente dirá “oh qué tragedia” y seguirá masticando su comida, riéndose de algún detalle y continuando con su día. No cambiará nada que aparezca o no en televisión. La verdad es que en Latinoamérica tenemos suficientes problemas para pensar en los de los otros.

Pero ya no alargo más esta historia. Yendo al grano, lo que me molestó es que además de haber sido yo demasiado tonto al pensar en una idea demasiado tonta (que por más buenas intenciones, era simplemente eso, tonta), estuve toda la mañana en el Stade de France, caminando de un lado para otro mientras me grababan repitiendo las mismas  acciones (porque lo importante para el reportaje eran las imágenes), expulsando de mi boca lugares comunes (o mejor dicho, cosas que ya otros habían mencionado) y bueno, intentando hablar sobre hechos sin hablar sobre ellos. A eso me refería con la manipulación de la información. Además, el periodista me pidió que me parara y viera el estadio y lo vi…por unos diez minutos hasta que la persona tuvo su toma. Me dijo que viera mi teléfono como por 20 minutos hasta que tuviese su toma, e igual, lo hice esperando el momento para hablar. Después caminé como tonto en vueltas de adelante para atrás, adelante para atrás, hasta que tuvo su toma. Después de tanta parafernalia artificial, que parecía más una película que una “entrevista”, finalmente hablé, pero la primera toma no sirvió para nada porque hablaba muy “poco natural” (cuando me preguntaba que dónde estaba, respondía que “nosotros” estábamos arriba. Para el periodista es poco natural que alguien hablara en aquel plural, pero yo no podía dejar de verme con los amigos con los que había ido). Así siguió, diciéndome que no, que debería decir de tal modo y al final no sé cuáles palabras eran las mías y cuáles las suyas. Ya al final seguí porque a pesar de todo, esa persona era buena gente y pues me dije colaborémosle y miremos a ver si al final puedo colar algunas palabras sobre el asunto. Además seguí con aquellas coreografías realmente artificiales, en las que mostraba una y otra vez mi billete de entrada al estadio, como lo sacaba del bolsillo, como lo abría. ¡Una película! Al final yo no sabía ni para qué había ido. No sé si fui actor voluntario de alguna película, pero hacía todo lo posible para llegar a eso. Al final, las tomas terminaron por un costado por el cual no pasé nunca mi primera vez, al lado de unas flores que yo nunca dejé y que otros fotógrafos fotografiaban. Me pidieron que me acercara a las flores para una toma y después oí a la camarógrafa diciendo que la historia iba a ser la “víctima” volviendo al lugar de los hechos tres días después. Aquello me pareció inaudito, porque habían sido los periodistas quienes me habían dicho que fuese al estadio. La verdad si hubiese por mí no hubiera ido, por la simple razón que queda a una hora en auto de donde estaba. Pero bueno, de nuevo preguntas y respuestas (esta vez menos condicionadas), la toma de los mensajes de mi hermana.

Luego me fui, sintiéndome como usado, sucio. Tomé entonces el siguiente RER dirección París, me fui a la universidad y me quedé en la biblioteca, intentando leer sobre contratos a sabiendas que me perturbaba el hecho de que me sentía usado. Finalmente después de una hora en la biblioteca, me vi con mi novia y le dije “bueno, ahí intenté hacer algo pero terminé sintiéndome como usado. Sucio. Lo que me molestó es que además de haber sido yo demasiado tonto al pensar en una idea demasiado tonta (que por más buenas intenciones, era simplemente eso, tonta), estuve toda la mañana en el Stade de France, caminando de un lado para otro mientras me grababan repitiendo las mismas  acciones (porque lo importante para el reportaje eran las imágenes), expulsando de mi boca lugares comunes (o mejor dicho, cosas que ya otros habían mencionado) y bueno, intentando hablar sobre hechos sin hablar sobre ellos…”. Ella me oyó y al final me dijo “gracias, al menos lo intentaste y fue bonito de tu parte”. Ahí sonreí y pensé que valió la pena.

Además me dije que esto tenía que terminar en este blog, en el que he publicado muchas cosas con y sin importancia para mí (pero que me gusta rescatar). Y bueno, en esta ocasión lo hago porque prefiero que esa privacidad abierta sea compartida de igual forma, pero bajo mi control. En todo caso, así quisiese hablar de las polarizaciones en Francia, en lo mucho que me duele ver a París de esta forma, apagándose, perdiendo esa sensación de ser un lugar en el que se puede hacer de todo por la variedad de cosas por hacer (a pesar de los altos precios); de aquella noche en la que no sabía que pasaba, de la forma tan estúpida en que unos alemanes e ingleses se quisieron meter a un hotel muy cerca de las explosiones “para estar seguros”, de uno de esos ingleses en plan Carrie Mathison por un lugar lleno de policías; de mi pobre amigo marroquí siendo maltratado por un policía, de cómo tomamos el último tren de la noche después de una pelea con los europeos con los que habíamos llegado al estadio; de los mensajes de mi novia, familia y gentes con las que casi no me había hablado… creo que es mejor empezar a dejar eso de lado para intentar recuperar una vida cotidiana, y seguir pensando en el futuro.


O en el presente. Tengo exámenes la próxima semana y toca estudiar.