sábado, 10 de mayo de 2014

Una novela destinada al fracaso



Ayer me enteré, revisando Facebook, que la periodista Maureén Maya Sierra, persuadida por los eternos giros del casi perenne juicio penal en el que se busca la verdad sobre los acontecimientos alrededor de la muerte de Luis Andrés Colmenares (un caso que ya toda Colombia se sabe de memoria), decidió escribir una novela en la que describiría los hechos de aquel 31 de octubre de 2010. Para aquella labor, la periodista (según lo dicen las reseñas del libro) se basó tanto en la vida real (no sé si en base a lo dicho por los medios comunicación o las partes procesales del juicio) como en la imaginación, por lo que estamos frente a una obra de ficción basada— en ese cliché que llaman— hechos reales.
Debo aceptar que no he leído el libro, sino sólo el primer capítulo que El Espectador ofrece en su página web. Sin embargo, con aquella pequeña lectura y un poco de osadía, me atrevo afirmar que el libro está destinado a no ser un éxito de ventas, como tampoco a ser una buena obra literaria. Lo primero, porque creo, con mucha razón, que salvo algún par de chismosos y desocupados, al resto de las personas no le va a interesar comprar un libro en el que se toca un tema casi quemado, que no produce titulares con la misma intensidad que lo hacía hace un poco más de un año y sin nada nuevo qué decir. Lo peor: pagando.

Recordemos algunos aspectos que hicieron famoso este proceso penal: luego de una fiesta de chicos universitarios de la —supuesta— clase dominante del país, uno de los jóvenes apareció muerto en un caño de un barrio del norte de Bogotá (donde viven de la clase media alta colombiana para arriba). En el primer informe de la policía (lleno de supuestas irregularidades), los investigadores dicen que lo que ahí ocurrió fue un suicidio. Luego, la mamá del chico muerto tiene un sueño en el que él le dice que lo mataron y por tanto, la familia pide un segundo concepto en el que se dictamina que el chico fue asesinado. Por tanto, los medios de comunicación arman un escándalo de padre y señor nuestro, en el que infieren que las autoridades colombianas estaban encubriendo a alguien con poder. Para ello, traen a colación una grabación de la abogada de la mamá de un chico del mismo círculo social, que ni siquiera estaba en la fiesta (pero que luego fue señalado como el presunto asesino y estuvo unos días en la cárcel), en la que dice que va hablar con el director de fiscalías para que se acabe rápido con el caso. Es de mencionar, que antes de la noche de la muerte, el supuesto asesino fue novio de una de las chicas de la fiesta, quien al parecer salía con el chico fallecido. A aquella chica, junto a otra amiga de ella, le fue dictaminada casa por cárcel, a raíz de una llamada interceptada por la policía judicial, en el que las dos estudiantes se comprometen a no decir nada sobre el caso. Lo “grave” de todo, es que aquellas niñas estudian en la Universidad de los Andes, una de los establecimientos de educación superior más caros de Colombia, en donde (supuestamente) sólo estudian los niños más ricos y poderosos del país, por lo que el escándalo tomó unos tintes mucho más grandes, gracias a los apetitos amarillistas de información de la ciudadanía. A partir de ahí, hemos tenido que soportar durante estos dos años a los medios de comunicación dando su versión de los hechos (como la resolución del caso), hemos tenido que ver a los abogados de la parte acusada, la fiscalía y la víctima peleando como aves de carroña por los restos de algún pobre animal y lo más probable es que vamos a saber de todo, menos la verdad de lo que ocurrió esa noche.
Esto que digo no es nuevo. Ya se ha debatido en innumerables columnas de opinión, programas radiales y noticieros televisivos. Infortunadamente para las partes procesales, todos los elementos llamativos, como las salidas en falso de sus abogados, convirtieron aquel caso de la vida real en una de esas novelitas semanales en las que cada semana hay un nuevo detalle, un nuevo special guest o un nuevo hecho.


Es por lo anterior, que pienso que a los ciudadanos les va dar comprar un libro basado en hechos reales, que no tiene nada nuevo qué decir, ni tampoco nada nuevo qué aportar. Infortunadamente para la escritora, las diferentes teorías y los constantes juicios irracionales de las personas del común (que dicho sea de paso, ha llevado a una polarización violenta que se puede observar en aquella cloaca en la que se han convertido los foros de los principales diarios del país), están a la orden del día en un periódico, un blog o en los pasillos de cotilleo de la empresa. Y lo peor de todo, gratis, sin necesidad de ocultar nombres, ni de disfrazar hechos. Por tanto, un libro que venga a decirnos lo mismo que se puede leer gratuitamente en una entrada, una nota de periódico o se pueda escuchar en un programa radial, no va a ser más que una redundancia, una noticia llegada a destiempo, una pepita de arena en el mar, que no tendrá mayor tiraje que el dado por la editorial en la FILBO.
Ahora bien, como segundo punto señalé que va a ser una mala obra literaria y lo anterior lo baso en algo tan simple, como que la novela dice las cosas que sólo la novela puede decir. O dicho de otro modo, la obra literaria debe aportar algo que la realidad no tiene, debe ofrecer un aspecto apócrifo, que vaya más allá y nos ofrezca el descubrimiento de algo que no sabíamos o que ya sabíamos, pero que por su forma es como si fuese la primera vez. Algunos podrán recordar el juicio de Anthoine Berthet, un seminarista de cuna pobre, que trabajó para aprender idiomas y subir los escalones de la escalera social. Este sujeto (si nos atenemos a la crónica hecha por Michelle Duffléard) llegó a trabajar para una dama de la alta sociedad a la cual intentó seducir, sin éxito. Por lo anterior, cayó en un estado de locura que lo llevó a celarla a tal extremo, que la intentó matar un día cualquiera en la iglesia. Aquel caso generó revuelo en toda la sociedad de su época y llamó la atención de un escritor que firmaba sus libros como Stendhal, quien se maravilló con todos los elementos alrededor del juicio y escribió una obra maestra del realismo (y de la literatura en general), en la que lo importante no era si Julián Sorel, había intentado asesinar a la madre de sus estudiantes, sino porque al relatarse la vida del seminarista, obligatoriamente es menester transitar por la condición humana, el arribismo, el amor, las clases sociales y la sociedad. Esto no se ve en la novela de Colmenares.

 Y no se ve, porque para la autora importa más desentrañar el crimen y mostrar algunas facetas “no conocidas” del desaparecido, que hablar sobre la justicia, sobre el medio social tan darwiniano en el que viven los estudiantes de Los Andes, sobre la justicia, sobre la banalidad juvenil, sobre el nulo valor de la vida, sobre la intransigencia de los abogados, sobre el amor...y sobre tantos otros aspectos que han mantenido expectantes a los colombianos. Esa fue la novela que debió escribir la citada escritora si quería una buena obra literaria. No este panfleto a favor de la víctima, que se olvida de uno de las críticas más fuertes hechas por Gabo sobre la novela de la violencia:
Como modelo de la terrible novela que aún no se ha escrito en Colombia, tal vez ninguno sea mejor que la apacible novela de Camus. Un breve episodio del género humano en el cual ni siquiera los microbios de la peste son definitivamente malos, ni sus víctimas necesariamente buenas. Quienes vuelvan sobre el tema de la violencia en Colombia, tendrán que reconocer que el drama de ese tiempo no era sólo el del perseguido, sino también el del perseguidor. Que por lo menos una vez, frente al cadáver destrozado del pobre campesino, debió coincidir el pobre policía de a ochenta pesos, sintiendo miedo de matar, pero matando para evitar que lo mataran. Porque no hay drama humano que pueda ser definitivamente unilateral”.
Por último y para cerrar esta entrada, quisiera expresar que me parece que la novela empieza tomando tintes poco convincente. En una de las primeras conversaciones, luego del cruce entre el chico Colmenares y el antagonista Bárcenas, narra la autora:
-¿Qué fue eso?- preguntó desconcertado el amigo que caminaba junto a Luis Andrés.

-Es el ex de Lorena que quiere volver con ella. No se resigna

-Te acaba de amenazar- exclamó con preocupación (nota mía: no hay signos de exclamación en el párrafo), pero Luis lo miró con incredulidad-. ¿No viste el gesto que te hizo?

-Si lo vi, pero no lo entendí.

-Eso es una llave, quiere decir que está esperando el momento…explicó alarmado.
¿Alguno de ustedes se lo creyó? Porque yo sinceramente no. Al leer aquella conversación, pensé de inmediato en aquellos actores que sobreactúan de la peor manera posible. Porque no sé, el lenguaje me parece poco verosímil y a pesar de que poco después, la autora intenta dar un lenguaje más natural a través de expresiones que normalmente deberían decir los chicos a esa edad, lo sigo viendo de lejos sin creérmelo, como uno de esos chismes mal contados. 

Imagenes tomadas de: 
-http://www.publimetro.co/_internal/gxml!0/r0dc21o2f3vste5s7ezej9x3a10rp3w$s0jx31kjxzcitjwdhtsbohplo04b2g1/Captura-de-pantalla-2012-06-08-a-la(s)-12.jpeg
-http://www.usergioarboleda.edu.co/altus/twitter-colmenares.jpg

-https://revistapantallas.files.wordpress.com/2013/05/ellebrity-2012-720p-web-dl-dd5-1-h-264-ngb-mkv_000607148.jpg

PS: Mientras buscaba algunas imagenes para adornar esta entrada, me encontré con este escrito de una estudiante de Los Andes, que recomiendo.

3 comentarios:

  1. Sobre el artículo de la estudiante de los Andes, me parece que lo hizo bien cuando acaba con el estereotipo de los gomelos, pero cuando entra a hablar de cubrimiento mediático la embarra espantosamente.

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    1. Estoy de acuerdo contigo, esa parte de cortinillas de humos para tapar escándalos la verdad es que suena a pura teoría barata de la conspiración. Los medios de comunicación en Colombia le dan al público lo que ellos quieren y pues si a la gente le gusta el chisme, en el que además se involucra gente "rica", pues eso tienen.

      Sin embargo, aquella primera parte de los gomelos (y que en parte lo sabía de antemano, puesto que un familiar mío estudia allá y él está bien lejos de ser un hijito de papi y mami) me pareció interesante para compartirla.

      Gracias por el comentario y disculpa la tardanza. En estos momentos ando viviendo en un cuartucho sin internet y eso ha conllevado a que para publicar estas entradas y revisar el blog, me haya tocado que meterme en una biblioteca, un Mcdonalds o un Starbucks, adonde voy cuando tengo alguna investigación pendiente o necesito averiguar algo en internet. No me quejo de ello, pero si me disculpo por la tardanza en responder. Saludos.

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  2. Deberias hablar del otro libro del caso colmenares "Nadie Mato a Colmenares" de Jose Monsalve, lo he leído y me parece que intenta ser juez y parte, con exageraciones, precipitándose en semejante conclusión sin haber contemplado el debate de pruebas y por ultimo, nada innovador.

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