El día antes
El jueves volví a Bogotá. Era de noche cuando llegué a esta ciudad de frio implacable y horas más largas, y la lluvia había dejado horas antes su rastro en las carreteras donde transitaban a esa hora, tanto taxistas como personas que volvían tarde del trabajo. Tomé un taxi de aquellos que se piden por ventanilla y me dirigí a mi casa, mientras otros visitantes hacían fila en la taquilla donde había pedido el auto minutos antes. En el transcurso de aquel viaje a mi pequeño apartamento, oí en la radio con poco volumen que había en aquel automóvil, que el viernes, en la Catedral Primada de Bogotá, se mostraría al público una reliquia de Juan Pablo II, el papa más carismático del siglo pasado. La noticia que podría haber pasado desapercibida para mí, que no soy cristiano y por lo general no le prestó atención a los temas místicos (salvo que sean paranormales por mi afición a las películas y los libros de terror), me llamó la atención porque el periodista afirmó contundentemente que a la citada reliquia, se le iba a dar un trato de jefe de estado. Debo confesar que hasta el momento, no tenía idea de qué contenía la reliquia.
Llegué a mi apartamento luego de una larga travesía, descargue mi equipaje y prendí el televisor, para encontrarme con el canal caracol, que por esas horas transmitía en vivo, imágenes de la “segunda llegada” de Juan Pablo II a la ciudad. Sin entrar en chistes de mal gustos relacionados con “la segunda llegada” y la sangre que venía; por medio del televisor pude observar que la famosa reliquia, no era sino un cofre bien grande con una arqueta en su interior, que supuestamente contenía dos gotas de sangre del pasado papa.
¿En qué momento le sacaron sangre al citado papa? No tengo ni idea. Tampoco me imagino cuales habrán sido las razones en su momento, para que los funcionarios de la iglesia guardaran dos gotas de sangre de “su santidad”, que han viajado por todo el mundo promoviendo un culto a los muertos y a la sangre, que parece sacado de una historia de vampiros.
El día de la visita
El viernes de la “segunda visita” me levanté como a las 8 de la mañana. Esto en razón a que por estos días estoy desempleado y mientras me aceptan alguna hoja de vida, me toca estar pasando papeles en un lado y otro, a la espera de que en algún lado se apiaden de esta alma llena de deudas con tan solo 20 años. Siguiendo con la crónica me dirigí al centro, para lo cual tomé un bus que me dejó al frente de la Biblioteca Luis Ángel Arango y bajé por la calle 11 (¿o 10?) para ir a visitar la famosa sangre del polaco. Dice el dicho que la curiosidad mató al gato, pero a mí me hizo algo peor: llevarme a visitar algo que me parecía estúpido, rebajándome al nivel de aquellos que llamaba “bobos”.
Antes de continuar con la que fue mí corta travesía, les recomiendo que vean el video encima de este acápite. En él, podrán ver situaciones curiosas como las siguientes:
- - La sangre llegó en camioneta blindada, junto con otros autos rodeándola ya que posiblemente alguien se la podría robar.
- La sangre del papa (de cristo en el hombre o qué sé yo) fue custodiada por la guardia presidencial y la policía nacional, en dos anillos de seguridad. Me gustaría que alguien me dijera si a otros líderes religiosos (de verdad, no metamorfoseados en gotas) les han hecho semejante operativo de seguridad.
- El patrioterismo de esta tierra no tiene límites. Como pueden ver en el video mientras la urna entra a la catedral, desde un auto que en su interior contenía un bafle con buen sonido (se escuchaba en toda la Plaza de Bolívar), sonaban las notas del himno nacional.
Sin comprar nada a los vendedores ambulantes me dispuse entrar a aquel nido de ratas llamado Plaza de Bolívar, que por un frente, tenía la ratonera del congreso, por el otro, la ratonera de los magistrados, en la mitad las ratas del aire o palomas y en el centro, la ratonera de los obispos que para ese día, estaba fuertemente custodiada por policía y guardia presidencial. Pasé el primer anillo de seguridad y entré en la Plaza de Bolívar, que ese día tenía una pantalla gigante al lado del edificio de las cortes, junto a un pequeño auto (del que no me fije en la placa para ver si era público) que por medio de un bucle, transmitía el sonido de la misa que se podía ver en la pantalla gigante. Hasta ahí fue que llegó el ímpetu. No dure 5 minutos en el lugar antes de abandonarlos por la carrera octava para volver a la BLAA a recoger un material que voy a publicar en mi próxima entrada. La razón principal para irme no fue ni la tediosa misa que en ese momento tenía lugar, ni el sentido de vergüenza por encontrarme ahí. Fueron las filas que si fotografié para que se enteren cuáles son las verdaderas cifras del desempleo en Colombia:
Recuerdo que mi padrino me contó la anécdota (antes de morirse) que cuando luego de la venida de Pablo VI a Colombia una serie de personas salieron a las calles de este bonito país (sobre todo de la capital) a vender “pedazos de la tierra “bendita” que besó Pablo VI”.
[1] El término culebras se utiliza para referirse a las deudas
Algunas imágenes fueron tomadas por mí. La otra la tomé de:
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