sábado, 29 de octubre de 2011

Gabriel García Márquez – La literatura Colombiana un fraude a la nación

Muchos de los grandes escritores latinoamericanos, empezaron ganándose el pan con artículos periodísticos que infortunadamente se han quedado en el olvido. Hoy rescato este, escrito por Gabo en abril de 1960 en la revista acción liberal que encontré en una hemeroteca. Algunas partes son ilegibles por lo que dejo puntos suspensivos en esos lugares.




Gabriel García Márquez – La literatura Colombiana un fraude a la nación

Informe Especial

En junio de 1959 se vendieron en dos ciudades de Colombia, y en solo cinco días, 300.000 volúmenes de autores nacionales. La avidez con que el público se precipitó sobre los expendios, sobrepasó los ambiciosos cálculos de los editores que aspiraban a agotar el tiraje más alto que de libros colombianos se había hecho jamás, no en dos ciudades, sino en las capitales más importantes del país y no en cinco días sino en dos semanas.

El lector colombiano, a quien de ordinario se señala como uno de los responsables de nuestro subdesarrollo literario, había respondido de un modo espectacular al más audaz de los experimentos culturales llevados a cabo en Colombia. El balance, en cambio, no es igualmente favorable a los autores.

De las obras que integraban el Primer Festival del Libro Colombiano, ninguna era inédita y ni siquiera la más reciente de ellas se había escrito en los últimos cinco años. Las “Reminiscencias” de J.M. Cordovez Moure, el libro más antiguo de la colección había sido escrito a partir de 1870. “La hojarasca”, de Gabriel García Márquez, el más reciente había sido escrito en 1954. La selección se había hecho con un criterio tan drástico, que solo uno de los escogidos no podía considerarse como un autor consagrado. De modo que aquellos libros, incluidas las antología de cuento y poesía, y agregando “María” y “La Vorágine”, podían admitirse en líneas generales como una síntesis aceptable de un siglo de literatura colombiana.

Ahora bien: el menos prevenido de los críticos podría observar que ninguno de los autores del Primer Festival del Libro tiene una obra de alcance universal. Germán Arciniegas, el más prolifero y metódico de todos, el único autor colombiano que disfruta de un mercado internacional seguro y también el único …………..(PARTE ILEGIBLE)………….. podría considerarse como un creador. Tomas Carrasquilla nuestro esplendido narrador, no alcanzo a estructurar en caso 50 años de nuestro intenso ejercicio literario una obra capaz de defenderse universalmente, no por falta de talento creador, sino por limitaciones de su idioma localista. Ningún autor colombiano, hasta hoy, tiene una obra robusta, que pueda compararse, apenas por ejemplo, a la del venezolano Rómulo Gallegos o a la del chileno Pablo Neruda, o a la del argentino Eduardo Mallea.  

Los festivales del libro, que restablecieron el prestigio del comprador colombiano, resquebrajaron en menos de un año el falso prestigio de la literatura nacional. Es probable que el próximo certamen de esa clase se aplace indefinidamente, mientras se encuentran los libros colombianos para integrar la nueva colección.
No hay sin embargo, en la árida llanura de las letras nacionales, un solo indicio de que esos libros aparecerán en los próximos años. Basta ser un lector exigente para comprobar que la historia de la literatura colombiana, desde los tiempos de la Colonia, se reduce a tres o cuatro aciertos individuales a través de una maraña de falsos prestigios.

Se suele combatir este argumento con el asfixiante inventario de los libros publicados en Colombia en los tres siglos pasados. Antonio Curcio Altamar, el más honrado contabilista de la novela colombiana, alcanzó a clasificar cerca de 800 novelas aparecidas entre 1670 y 1953, en un país donde la narración no ha sido el género más fecundo. Pero el problema no es de cantidad sino de nivel.
Seis grandes puntos de referencia podrían servir de apoyo para establecer los colosales vacíos  de la literatura colombiana. Desde “El Carnero” de Rodríguez Freyle, hasta “María” de Jorge Isaacs, transcurrieron 200 años y 60 más hasta la aparición de “La Vorágine” de José Eustacio Rivera. Desde la muerte de Hernando Domínguez Camargo en 1669, hubo que esperar 200 años la aparición de Rafael Pombo y José Asunción Silva y otros 60 años la aparición de Porfirio Barba Jacob. Una crítica seria, en un país en el cual solo puede hablarse con justicia de libros sueltos, se habría detenido a esperar en Tomas Carrasquilla, hace 20 años y aun seguiría esperando. ……………..(PARTE ILEGIBLE)……………… presente siglo, fue la irrupción del grupo identificado con la insignia de “Piedra y Cielo”. Ellos tuvieron el mérito colectivo de haber puesto al país, no sin cierta violencia necesaria y no sin cierto retraso, en la onda de la poesía universal. En virtud de aquella subversión, la poesía colombiana salió del carril formal por donde venía rondando y se incorporó con una sensibilidad nueva a una nueva manera de expresión. Pero a 20 años del fogonazo piedracielista, que tuvo un valor más histórico que estético, no parece que el cambio de carriles hubiera conducido a un territorio más fértil.

No hemos sido más afortunados en el campo de la ficción. Hace unos meses, el suplemento literario de “El Tiempo” patrocinó un concurso nacional de cuentos. En el término establecido, 315 trabajos se presentaron a la consideración del jurado. Pero los tres cuentos premiados después de un dispendioso proceso de eliminación, no revelaron al cuentista inédito que se suponía en la provincia remota, asfixiado por el centralismo intelectual. Frente a los cuentos premiados, de una calidad corriente, una pregunta se imponía: “¿Cómo serían los 312 descartados?”.

Por supuesto, era ingenuo aspirar a que un concurso despejara el misterio del cuento nacional. Una de las más completas antologías del género que se han publicado en Colombia – la de Eduardo Pachón Padilla, editada en 1959 por el Ministerio de Educación—reveló que en el país se han escrito algunos cuentos buenos, pero no ha habido un buen cuentista. En realidad, los pocos cuentos buenos no los han escrito los cuentistas; y a la inversa, los cuentistas consagrados no han escrito los mejores.

El caso de la novela se presta a otro curioso examen. Jorge Isaacs solo escribió “María”. Eustaquio Palacios solo escribió “El alférez real”, Eduardo Zalamea Borda, por circunstancias que solo sus lectores diarios y sus amigos podemos entender, escribió “Cuatro años a bordo de mí mismo”, hace ya un cuarto de siglo. En cambio Arturo Suarez escribió 6 novelas y JM Vargas Vila escribió 27.   

La conclusión podría parecer superficial, pero es perfectamente demostrable: solo los malos novelistas colombianos han escrito más de una novela. De manera que quienes estaban cas…..(PARTE ILEGIBLE)…… a enriquecer con valores reales la literatura nacional, se han quedado en la anunciación mientras que el gran torrente novelístico se ha nutrido de la mediocridad.
Sin duda, uno de los factores de nuestro retraso literario, ha sido esa megalomanía nacional – la forma más estéril de conformismo—que nos ha echado a dormir sobre un colchón de laureles que nosotros mismos nos encargamos de inventar. Países latinoamericanos, que tienen de su propia literatura un concepto menos grandilocuente que el que tenemos nosotros tenemos de la nuestra, han alcanzado modestamente la merecida atención del público internacional. Nosotros en cambio seguimos nutriéndonos del sentimiento de superioridad que heredamos de nuestros antepasados por la versión a cinco idiomas de “María”, escrita hace 109 años y por la versión a ocho idiomas, inclusive el chino, de “La Vorágine”, escrita hace 35. Es hora de decir que es absolutamente falso que el mundo esté pendiente de nuestra literatura. El poeta español Gerardo Diego, decía alguna vez en privado: “Los colombianos no han dado un grande escritor; y lo merecían, porque han trabajado mucho”. Acaso hayamos trabajado mucho, ciertamente, pero no por el camino acertado.
Hablando en términos generales, en tres siglos de literatura colombiana no se ha empezado todavía a echar las bases de una tradición; no han surgido ni siquiera los elementos de una crítica valorativa seria, ni comienza a crearse las condiciones para que se produzca entre nosotros el fenómeno del escritor profesional.

En Colombia se han ensayado todas las modalidades y tendencias de la novela y la narración. Se han experimentado todos los manerismos poéticos e inclusive buscando de buena fe nuevas formas de expresión.

Pero, aparte de que las modas nos han llegado tarde, parece ser que nuestros escritores han carecido de un autentico sentido de lo nacional, que era sin duda la condición más segura para que sus obras tuvieran una proyección universal.   

En la segunda mitad del siglo XIX, mientras el hombre colombiano padecía el drama de las guerras civiles, los
escritores se habían refugiado en una fortaleza de especulaciones filosóficas y averiguaciones humanísticas.

Toda una literatura de entretenimiento, de charrasquillos y juegos de salón prospero en el país, mientras la nación hacia el penoso tránsito hacia el siglo XX. Los costumbristas no se interesaron por el hombre sino en la medida que constituía el elemento más pintoresco del paisaje. En la edad de oro de la poesía colombiana, se escribieron algunos de los mejores poemas europeos  del continente. Pero no se hizo literatura nacional.

Es explicable por tanto que la única explosión literaria de legítimo carácter nacional que hemos tenido en nuestra historia – llamada “novela de la violencia”—haya sido un despertar a la realidad del país literariamente frustrado. Sin una tradición, el primer drama nacional de que éramos conscientes nos sorprendía desarmados.

Para que la digestión literaria de la violencia política se cumpliera de un modo total, se requería un conjunto de condiciones culturales preestablecidas, que en el momento crítico hubieran respaldado la urgencia de la expresión artística. 

En realidad, Colombia no estaba culturalmente madura para que la tragedia política y social de los últimos años nos dejara algo más que medio centenar de testimonios crudos, como es el caso, y nutriera una manifestación literaria de cierto alcance universal. El esfuerzo universal, el puro trabajo físico, puede producir un escritor esporádico y es de todos modos condición indispensable de la creación, pero ni la sucesión ni la coincidencia de unos cuantos escritores conscientes en tres siglos, pueden producir una autentica literaria nacional. Al parecer, ese es el caso de Colombia.

Incidentalmente, habría que decir en favor de esos buenos escritores eventuales, que su obra es tanto más meritoria en Colombia cuanto que ha sido un trabajo de horas escamoteadas a la urgencia diaria. No existiendo las condiciones para que se produzca el escritor profesional, la creación literaria queda relegada al tiempo que dejen libre las ocupaciones normales. Es, necesariamente una literatura de hombres cansados.

Por el contrario, tal vez la falla principal que podría señalarse a muchos de nuestros escritores, especialmente en los últimos tiempos, es no tener conciencia de las dificultades físicas y mentales del oficio literario. Grandes escritores han confesado que escribir cuesta trabajo, que hay una carpintería del a literatura que es preciso afrontar con valor y hasta con un cierto entusiasmo muscular. La creación literaria solo por decirlo, gráficamente, es un trabajo de hombres.

No es sorprendente que después de la frustrada explosión de “la novela de la violencia”, Colombia haya caído en un estado de catalepsia intelectual. Antes, al menos, había una producción masiva de mala literatura. Hoy no tenemos nada. Puede sospecharse, inclusive que ya no se escriben los sonetos de amor del bachillerato, que parecía ser un signo definido de nuestra nacionalidad.
Con una ligereza que no es más que un síntoma de apoltronamiento crítico, se trata de explicar esta extremada pauperización de la literatura colombiana como el resultado de una nueva preocupación colectiva: la tecnificación de la vida. La situación de la pintura en Colombia podría ser una buena réplica.

Los pintores tuvieron la suerte de que Colombia no hubiera sido considerada nunca como un país de pintores. Conscientes de ser los responsables de una función artística nueva, sin estrepitosos antecedentes en el país, los pintores colombianos han empezado por el principio, aprendiendo duramente su arte y su oficio, y ejerciendo al mismo tiempo una vigorosa presión contra el medio. Puede comprobarse que el medio ha empezado a responder.  En la actualidad, contamos con un grupo de pintores que pintan ocho horas al día y que con una admirable conciencia profesional están echando las bases de un movimiento pictórico colombiano de proyecciones internacionales.

No es enteramente casual que este buen viento que sopla al norte de la pintura, haya coincidido con la aparición de una crítica seria e independiente, de una intransigencia necesaria.  Lo más  saludable que podría ocurrirle al a literatura es la aparición de una crítica semejante.

Se ha escrito varias veces la historia de la literatura colombiana. Se han intentado numerosos ensayos críticos de autores nacionales, vivos y muertos, y en todo tiempo. Pero en la generalidad de los casos esa labor ha estado interferida por intereses extraños, desde las complacencias de amistad hasta la parcialidad política, y casi siempre distorsionada por un equivocado orgullo patriótico. De otra parte, la intervención clerical en los distintos frentes de la cultura ha hecho de la moral religiosa un factor de tergiversación estética.

La generalidad de los estudios críticos que se escriben en Colombia son eruditos análisis de una obra, de las influencias del autor y hasta de su personalidad psicológica. Sabemos, por esos estudios, que Guillermo Valencia fue un poeta parnasiano, que sus hemistiquios eran perfectos y que abrió una ventana por donde entró el viento modernista a renovar el aire enrarecido del romanticismo. Pero nadie nos ha demostrado, de un modo autorizado y definitivo, si era un poeta bueno o malo, ni por qué fue necesario el posterior y esplendido terrorismo poético de Luis Carlos López. La crítica colombiana ha sido una dispendiosa tarea de clasificación, una labor de ordenamiento histórico, pero solo en casos excepcionales un trabajo de valoración.

En tres siglos, aún no se nos ha dicho qué es lo que sirve y qué es lo que no sirve de la literatura colombiana. De este modo, el escritor está obligado a ser responsable solo ante sí mismo.

La literatura colombiana, en conclusión general, ha sido un fraude a la nación.    

19 comentarios:

  1. Por lo visto don Gabo, poco pocon de poesía. Solo su memoria para llenarse del siglo del oro español. Se olvida el ilustre, que lo que ha estancado a colombia en el pasado fue la godarria "piedracelista" imitación descarada del
    movimiento De Juan Ramón Jiménez.Los nuevos si eran Luis Vidales y el maestro León de Greiff y un antesesor olvidado y marginado con epitetos infundados como lo fue Julio Flórez y calumniado, precisamente por el espantaso e inhumano Guillermo Valencia cuya herencia, se debe al terror en el cauca, para robar las tierras fértiles de los índigenas. Es como decir que Franco fue mejor poeta que Lorca.

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  2. Del articulo anterior puedo interpretar que la literatura colombiana a sufrido una pobreza producción textual,poco imaginación y creativa por los autores no centrase en distinguir un periodo en particular que los caracterizare universales , la cual deben existir corrientes de esa época que los ayudan asociar o relacionar , la forma de como visionarse en sus creaciones literaria la cual a Colombia la estanco la dichos megalomanía nacional es decir asociado con el poder, de conquistar el mundo .Son irrealidades con efectos claramente reales supuesta mente con el fin de tener avidez productiva , mas que las realidades honestas de sus propios escritos por otra parte podemos decir, que la construcción de texto no es fácil , al crear sus propios escrito cuesta al escritor construirla , de pensar , de acomodar las ideas que desea plasmar , es de mucha importancia pensar que siempre en la invención de escritos no se puede crear de la nada siempre nos apoyamos de paradigmas que adoptamos como ejemplos o guías para basarse de algo en el mundo todo esta dicho y creado las palabras siempre han existido , por el que las creo , pero para no ser escritores falsos o plagiado de otros autores debemos organizar nuestras pensamientos para darles sentido y originalidad de lo expresado y poder analizar que no se escribe para mi , si no para otras personas que tratan de interpretar lo que leen de acuerdo a la época, contexto social a que esta sumergido y no tergiversar los enunciados que aunque son imaginarios eso fue la idea que te creer para ti .

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    1. estoy totalmente de acuerdo con la compañera ya que la literatura colombiana salio del carril formal por donde venia rodando, y se incorporo con una sensibilidad nueva a una manera nueva de expresión que tuvo un valor más histórico que estético, no parece que el cambio de carriles les hubiera conducido a un territorio más fértil. por tal motivo debemos seguir escribiendo.

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  3. La literatura nos abre los sentidos y nos conlleva a soñar, crear y recrear ese mundo magico ,Actualmente la literatura colombiana esta en paralizada se publican escritos acerca de la violencia y se ha perdido la creatividad y exclusividad por lo bello de la naturaleza,el amor y el respeto a los demas , las novelas ,cuentos con un estilo propio,se esta comercializando escritos que no contribuyen al disfrute por el arte,el bagaje de los escritores que años atras nos deleitaron con sus obras y hasta nos sirvieron de referentes ,nesecitamos impulsar en nuestras aulas el disfrute por la lectura y la escritura

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    1. Shirle Romero Vargas La literatura nos abre los sentidos y nos conlleva a soñar,crear y recrear ese mundo magico.Actualmente la literatura colombiana esta paralizada se publican escritos acerca de la violencia,injusticias,que deterioran el interes por la exclusividad y creatividad de escritos acerca del amor ,la naturaleza,lo exotico y magico que nos hacia perdernos en ese mundo,al leer esos escritores de las literaturas indigena hasta el siglo xx,fueron referentes de muchos poetas,necesitamos crear y hacer lo desde las aulas

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    2. Si,creo que la literatura nos hace soñar, crear, viajar a otros mundos, conocer otras culturas , la poesia ,el teatro. Los libros son algo maravilloso y la literatura colombiana es hermosa, rica y variada , en todos sus géneros,apropiarnos de ella nos hace que lleguemos a las aulas con todo lo necesario para trabajar con los estudiantes y contagiarlos de los placeres de la literatura.

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    3. de acuerdo con usted compañera shirly podemos trabajar desde nuestra aulas de clases esta realidad irreal.
      somos nosotros los guías para que nuestros estudiantes puedan ser conducidos a una productividad textual.

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    4. Cuatro Décadas de enfrentamiento de las distintas posturas literarias de divisiones uniones y desaparición de los distintos grupos de intelectuales, forjaron gran parte de la actual literatura colombiana contemporánea, estas 4 décadas son el cordón umbilical entre una literatura que va más allá de idiomas y “la generación del boom” a la cual pertenece García Márquez que incursiono en el realismo mágico, buscando una literaria identidad latinoamericana alejándose de la mediocridad literaria y yendo a un plano universal.
      Somos nosostros los maestro los que debemos promocionar la lectura en nuestros estudiantes, somos los que estamos trabajando con los niños y jóvenes que debemos motivar a que la lectura y la comprensión de la misma aflore desde las instituciones Colombianas para no eliminar nuestra narraciones, novelan y demás.
      escritos .
      Auque Colombia haya tenido innumerables cambio, sea a nivel político, ya que nuestros artistas cambiaban, muchas veces cambiaban sus pensamientos y su forma de escribir por lo que estaba pasando en la realidad, mientras que otro solo criticaba un país sumergido en guerrillas, y tragedia de muertes si sentido.
      Por lo siguiente, nuestro escritores igual que nuestra gente sufrieron cambios que es necesario conocer e indagar y si seguimos ignorando la riqueza de conocer las razones de cada escritor Colombiano no reflexionaremos entorno a la verdadera historia de nuestro país.

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    5. Colombia es un país de historia, la historia es conocida a través de la lectura, la lectura es literatura, y es narrada por el pasado, un pasada que tiene nuestra esencia y que si no olvidamos lo que somos , nuestra generaciones no perderán este gran legado.

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    6. soy el anónimo 10 de abril de 2019 a las 22.37 y 22. y 49: Joice Hernandez castro.

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  4. Alexandra Zúñiga O. En mi opinión personal por una parte comparto lo que el autor del articulo expone en cuanto a que la literatura colombiana vivió en un desierto literario durante ciertos periodos literarios por la diferencia de tiempo en que aparecieron obras literarias que en verdad merecían voltear la mirada hacia ellas, creo que la literatura contemporánea por lo expresado por el autor, ha vuelto la mirada hacia lo que es lo nuestro ,como la problemática de la sociedad colombiana en cuanto a violencia y realidad política y social, por otra parte lo expresado por Eladio de que la critica en este caso es en verdad importante y realmente necesaria para los escritores lo que conlleva a que estos tomen la literatura como una verdadera profesión no solo un oficio de ratos, la literatura que de pronto hasta ese momento sólo la consideró un fraude creo que en estos momentos y a partir de las ultimas décadas del siglo XX no lo es por los autores la , calidad,cantidad y variedad de temas en todos los géneros literarios, hemos vuelto la mirada hacia lo nuestro, lo que nos asegura una gran llanura fértil de letras.

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  5. en el anterior articulo cabe destacarse que en la literatura colombiana han pasado variedades de circunstancias, un desierto literario y ciertos procesos, como lo es la realidad política, social, violencia entre otros.
    se critica especialmente a nuestros escritores colombianos donde este autor invita seriamente a escribir, por lo cual no es fácil pero se debe hacer con amor y sentido de pertenencia.
    en mi opinión este articulo es una interesante reflexión para que en nuestro diario vivir por ende nos desempeñamos como docentes, dejemos algo de historia colombiana en nuestros estudiantes y se dejen influenciar por estudios de los críticos literarios y conducir a una productividad textual.
    considero pertinente motivar y valorar en las aulas de clase o los la producción de textos, para que dichas practicas puedan contribuir a supera esta realidad irreal.

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  6. En este informe Gabriel García Márquez quería resaltar que para él mundo la literatura colombiana tiene un buen nivel ya que no es un secreto que sé han escrito buenas obras y están han sido reconocidas, pero también hace énfasis en que el lector colombiano no es muy exigente a la hora de leer, ya que no le da valor a todo este arte qué poseemos, y qué pasa con esto nos hemos vuelto conformistas sabiendo que podemos dar más. Hoy en día seguimos en lo mismo ya que desde niños no nos inculcan este hábito de leer escribir de tener ese amor por la literatura, creo que si mejóranos la forma de enseñar esta todo sería diferente y hubieran grandes escritores colombianos como lo de antes.

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    1. Totalmente de acuerdo con usted compañera, y nos damos cuenta que el mismo deterioro literario es el que se ve reflejado en las aulas de clases, debido a la pobreza literaria que se esta manejando, consider que el cambio inicia desde nosotros como docentes y de realizarnos la siguiente pregunta: ¿que aporte significativo estoy realizando en el proceso literario?

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    2. Atentamente: Maria Fernanda Santiago Garcia

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  7. Si bien es cierto aquí vemos plasmado como la literatura a lo largo del tiempo ha sufrido un deterioro universal, y no precisamente por la falta de ideas, sino por querer ser perfeccionistas a la hora de crear un cuento, una novela. Los escritores colombianos se han centrado mas en crear literatura que rebose contenido pero sin sentido. Si nos damos cuenta los grandes procursores de la literatura con obras reconocidas a nivel mundial no han necesitado de buscar lo que no debe ir dentro de la creación de un texto literario para dar un sentido.
    Sin embargo el texto de manera reflexiva y personal nos da pautas de como poder aportar a la literatura de una manera implícita y que los cambios que consigo han traído los, tiempos han hecho una mejora en el proceso literario.
    Este es un texto que nos ayuda a replantear y analizar los cambios por los que ha pasado la literatura y que tanto han aportado cada uno de ellos.

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  8. Este articulo nos muestra una realidad de nuestro país, el cual es la pobreza en cuanto a la poca imaginación y creatividad para escribir. Nosotros desde las aulas de clase somos los principales testigo de el poco interés por la lectura y escritura de parte de los estudiantes, es prácticamente afirmar que se observa esa catalepsia intelectual de la que habla gabo en su escrito.
    Sin embargo leyendo este articulo me hace reflexionar sobre mi quehacer como docente y me motiva a seguir cultivando un habito de lectura y escritura en los estudiantes y así quizás se pueda cambiar un poco la historia y quien quite si podremos tener en el siglo XXI un escritor universal nuestro país.

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  9. Un artículo de hace sesenta años en el que un periodista que se transformaría en un escritor de carácter universal ya anhelaba (¿ansiaba, celaba?) esa universalidad y, consecuentemente, denosta toda la producción literaria que no le gusta, que no entiende, o de la que se desinteresa. Por ejemplo, no cita ni a una escritora

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