lunes, 4 de febrero de 2013

Unos pequeños fragmentos de una carta de Cortázar a Eduardo Jonquieres



En los últimos días, retomé mi lectura de las Cartas de Cortázar, que fueron recopiladas en cinco tomos, de los cuales sólo han llegado tres a Colombia. Del primer tomo que terminé de leer dos semanas antes de volver a Bogotá, tenía varias cartas que quería compartirles por la estética formal tan bonita que el cronopio mayor le dio a su correspondencia y a sus mensajes de fondo tan interesantes sobre la creación literaria (en especial de cuentos y traducciones) y la vida. Sin embargo, aquel libro lo dejé en mi ciudad de origen, por lo cual no podré compartirles las cartas que tanto quería mostrarles a través de este blog.

No obstante lo anterior, me permito compartirles un no tan largo, pero bello fragmento, de una extensa carta enviada por Cortázar a su amigo Eduardo Jonquieres, el día 27 de agosto de 1955, la cual inicia "Ayer cumplí cuarenta y un años. Je vienes d'avoir trente ans (si mis pequeños conocimientos de francés no me traicionan, esto quiere decir "vengo de tener treinta años") decía Jean de la estrella en un hermoso poema que has de recordar..."

No la copio toda porque es de verdad extensa (y el tiempo, como lo vengo repitiendo desde el año pasado, no ha sido mi amigo), pero aún así la parte que les comparto me parece hermosa y por eso se las comparto.

...No creas que ignoro el fondo de bondad hasta excesiva que hay en ti; lo que me espanta un poco es tu resuelta tendencia a disimularla, a mostrarte mucho menos espontáneo de lo que podrías ser. Creo que sólo al final —así tenía que ser— te medí de nuevo en toda tu admirable calidad humana. Aludo a la noche anterior a tu viaje a Córdoba, cuando cenaste con Aurora y conmigo, y charlamos largas horas. En ese instante eras lo que quizá deberías ser siempre con los demás; permíteme que ahora me aparte a un lado, y te deje frente a los otros. Si me he elegido como interlocutor en esos "ejemplos" era porque sólo así podía darte una idea de mis reacciones. Ahora pienso en ti frente al resto de la gente. ¿Qué razón fundamental tienes para estar divorciado de tu mujer o de tus amigos o de tus hijos o del Papa? ¿Qué razón puede haber sino ese encastillamiento obstinado, esa celosa resistencia a las ofensivas del mundo? Al mundo no hay que resistirle, lo que hay que hacer es elegir bien el mundo que uno prefiere y al cual hay que darse; y a ése, ah, a ése hay que darse a fondo, como cuando se nada o se duerme o se quiere. Y yo me temo (dime si me equivoco, porque todo esto puede ser falso) que tu vieja rebelión de niño contra tu amdre y tus hermanas está envenenándote el presente sin razón valedera.
Ya ves que no aludo, no quiero aludir a la razón central de tu infelicidad, que es en realidad el tema de buena parte de tu carta. No quiero porque aunque admita su existencia, y me duela tanto, si has de salir del pozo, en volver hacia atrás, rehacer tu vida en un largo examen, descubrir sin engaño posible los errores, y luego, instalado en tu presente, y sin renunciar a él, dar la batalla. Y esa batalla se dará en ti y fuera de ti, y puedes ganarla. Las soluciones extremas y románticas (la pobreza, el salto del charco, la renuncia a las obligaciones sociales) tienes que descartarlas de entrada. Si no puedes ser Van Gogh, ¿quién te impide ser como Picasso? Si no puedes ser Vallejo ¿por qué no vivir como Válery? No insistas en viajar a Marrakesh, como a los diecisiete años. La vida te ha probado que no eres para eso. ¡Y en cambio eres  para tantas otras cosas, igualmente ricas, igualmente hermosas! En lo que creas que debes abrirte paso, sé inflexible: nadie debe impedírtelo. Si entiendes que necesitas seis horas por día para pintar, es necesario, absolutamente necesario que las encuentres. No digas de entrada que es imposible; y tampoco exijas que sean doce o dieciocho horas. Confórmate con seis, pero ésas gánalas. Niégate a las pequeñas cosas parásitas que nos van robando las grandes. Búscate otro trabajo, sin apurarte y sin ponerte frenético porque no aparece en seguida. ¿Acaso lo has buscado de veras? Supón que realmente llegas a la conclusión de que sólo saliendo de la Embajada tendrás una base para alcanzar cierta paz; en ese mismo instante tienes que ponerte a buscar, y sé que encontrarás...
...Te voy a decir algo muy duro: creo que hasta ahora juegas a no tenerte lástima (Escribiendo por ejemplo un larguísimo diario donde no te tienes la más mínima lástima, salvo que el hecho de escribirlo muestra de sobra que te la tienes, y cuanta); y me aprece que es hora de que empieces a no tenerte lástima de veras, es decir que renuncies a ese narcisismo a contrapelo que consiste en escupir el agua donde se refleja tu cara. Acepta tu cara, el día que sea como tú la quieres. 

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