Esta entrada es algo corta, pero
tenía que dejar mi impronta sobre un tema bizarro (en el sentido anglosajón y
galo) que me llamó la atención y es, que con toda la parafernalia alrededor del
saliente papa Ratzinger, estuve leyendo todo tipo de publicaciones, de las
cuales destaco una idea que no creí que siguiera vigente hoy en día: se
preguntaba un columnista en un periódico ¿con la salida del papa, sigue aquella
idea de la infalibilidad en éste?
Para empezar definamos que es
infalibilidad. Según la RAE, este adjetivo indica que el sujeto “no puede errar”
y por tanto, sus actuaciones se encuentran dentro de un marco “Seguro, cierto,
indefectible”. Luego de observar esta pregunta (de connotaciones parecidas a la
de cuál era el sexo de los ángeles), pensé ¿qué demonios hace creer a ciertas
personas que un ser humano puede ser indefectible? Porque lo cierto es que la
historia nos ha mostrado que hasta los hombres tienen inmersa dentro de su
calidad humana ese elemento error, del que no se salvan ni el símbolo del
cristianismo Jesús.
Frente a la anterior pregunta, el
portavoz de la Iglesia Federico Lombardi dijo (cuando fue cuestionado por lo
mismo) “La teología enseña que hay situaciones, que son excepcionales, en
las que se puede hablar de la infalibilidad del Papa, pero la infalibilidad
está conectada con el ministerio petrino, que es un servicio especial a la
Iglesia, no a la persona que ha renunciado al papado”. Así que además del
pontificado, créase o no, a Ratzinger también se le termina la infalibilidad”.
Esta respuesta
en lugar de “darme tranquilidad”, me dio una imagen un tanto peor de la Iglesia
como de sus teólogos, porque siguen creyendo que el tipo que llega al solio de
San Pedro es un ciudadano lleno de virtudes y de grandes pensamientos, razón
por la cual han tenido gobernantes tan magnánimos como Juan XXIII (busquen las
relaciones con los nazis para que sepan las templanzas de sus actos) o Esteban
IV (famoso por empezar el justísimo juicio a Formoso).
En lugar de
estar discutiendo cosas tan fútiles como aquellas, la Iglesia debería buscar la
forma de recompensar a todas aquellas víctimas de sus actos, a todos los niños
violados por sacerdotes que no vieron a éstos cumplir pena alguna por sus culpas,
a todos los intelectuales que quemaron, a todos los libros que también pasaron
por la pira, a todos aquellos que apedrearon, mataron con la espada,
torturaron, escupieron, deshonraron y en fin…a todos aquellos a los cuales de
manera directa o indirecta lastimaron. Y no he terminado, la Iglesia debería
pedirle perdón a la sociedad por legitimar la prohibición al aborto, que ha
llevado a que varias mujeres mueran bajo el cuchillo de algún carnicero que les
ha tocado contratar por no ser legal esta práctica y también por legitimar la
prohibición de la eutanasia, porque no le permiten a una persona con una
calidad de vida ínfima poder morir en paz.
La Iglesia en lugar de seguir con
moralismos estúpidos y seguir propugnando la unión de la moral y el derecho,
debería dedicarse a cambiar sus ideas reaccionarias para poder entender que el
concepto de vida, va apegado al de calidad de vida, que significa que el niño que
viene en camino merece buena vida y que el aborto debe ser legal en todos los
casos (que no siempre significan el pensamiento políticamente correcto de una
niña violada, sino también el de situaciones más cotidianas como la de dos
estudiantes que tuvieron relaciones sexuales y generaron un embrión por algún
error o por irresponsables), puesto que he visto que de los embarazos no
deseados, salen los padres frustrados, que le dan una existencia horrible a las
pobres criaturas.
De igual forma, una persona que
considere que su vida ya no puede seguir, también merece que le den fin a su
vida para poder descansar de una existencia poco melindrosa llena de
sufrimiento y dolor. Ah, por cierto, antes que se me olvide, ¿por qué será que
aquellos que defienden la prohibición del aborto están a favor de la pena de
muerte? No sé.
Pero qué se le hace. Si todavía
siguen discutiendo sobre la infalibilidad de un humano, no creo que vayan a
querer tomar una postura mucho más “humana” sobre la vida humana (disculpen la anáfora).
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