Supongo que este es un mea culpa. una simple forma de
apaciguar mi consciencia. Qué sé yo. Ayer un periodista me contactó por
Facebook diciéndome que se había enterado de que yo había estado en el Stade de
France el día de los atentados, y que querían entrevistarme para saber qué
había pasado. La verdad es que en inicio lo estaba dudando, porque no confío de
a mucho en los medios de comunicación, ni en los periodistas y no creo que
tuviese mucho que decir al respecto. Pero me acordé que en días anteriores,
había hablado con mi novia (libanesa) sobre los atentados en Beirut, de las
señoras que trabajaron en la universidad donde obtuvo su título de economista,
y que murieron por el estallido de aquel kamikaze del mismo grupo, que un día
después, provocaría terror, muertes, tristeza en París. Pensé que aquella era
una forma de decir al menos “existe Beirut y pasó por esto”, para que existiese
un poco más de solidaridad desde Latinoamérica, para que viesen lo que pasaba
en un país tan similar a Colombia, pero donde la violencia es una bomba de
relojería a causa de las religiones que hay allá (les dejo un pequeño link para
que sepan cómo está distribuido el mapa religioso)
y del mal de geografía (tiene al lado a Siria e Israel).
¡Ah! Y aclaro de entrada. Me parece una estupidez decir que
unos muertos valen más que otros. Me parece una tontería decir que hay doble
moral en llorar las víctimas de un ataque y no las de otro. Me parece idiota
andar quejándose de que nosotros ya teníamos violencia y otros no…no veo que
vayamos a ningún lado con esto. En Siria, es verdad, hay víctimas de una guerra
horrible que sólo deja cuerpos, lágrimas y huérfanos por doquier. Es cierto que
Francia ha enviado aviones que han bombardeado en Siria en su lucha contra el grupo Estado Islámico que por cierto, llevaron a un enfrentamiento diplomático con Putin ,
quien insistía que en la lucha contra el EI, los estados tenían que darse de la
mano con el gobierno de Siria. Pero el punto es que no estoy de ninguna manera
de acuerdo con esa tonta discusión de que si nos duelen unos muertos, también nos tienen que doler los otros. O que si
decimos A, también tenemos que decir B. En un artículo de The Guardian,
se señala que a veces se da más pantalla a una tragedia que otra, porque
interesa y mueve más al grupo de personas a las que va dirigida.
Infortunadamente en términos generales, en Colombia por lo menos, no nos
identificamos mucho con el Líbano, a pesar de que sus gentes se mueven entre
nosotros, a pesar de que tienen una descendencia importante en nuestro país con
personas como Juan Gossain y Shakira—y personajes nefastos como el presidente
Turbay Ayala—, y a pesar de que nos parecemos bastante en muchas cosas; porque
hemos tomado distancia de ellos y bueno; probablemente si no fuera por el hecho
de que mi novia es libanesa, no estaría parándole tantas bolas al tema. Eso no
me hace ni mejor, ni peor persona. La solidaridad, pienso yo, es algo que uno
puede sentir, ya sea porque uno se identifique con las personas que están allá,
porque uno haya visto casos similares y le arruguen el corazón o qué sé yo. No
podemos imponerle a nadie que sea solidario con tal o cual país, porque eso
sencillamente va contra la libertad de esa persona. En sí, pienso yo, la
solidaridad es un acto que sirve, pero no sirve para nada. Sobre todo si somos
Colombianos. Probablemente podamos expresarle a un pueblo que estamos con
ellos, pero no vamos a cambiar nada. Llámenme pesimista, pero en este momento
creo que estamos en una guerra que sobrepasa cualquier cosa que nosotros
podamos hacer. Que coloquemos la bandera de Francia o no, no va a cambiar los
bombardeos o los ataques del EI. Tampoco que coloquemos la bandera del Líbano.
Pero si alguien considera que es la mejor manera de enviar un aliento a un
pueblo al otro lado del mar, pues está bien.
Además, déjenme agregar que noticias sobre Líbano sí hubo.
Apenas mi novia me dijo que en su ciudad había ocurrido un ataque terrorista,
inmediatamente coloqué la palabra “Beirut” en el buscador y me aparecieron un
sinnúmero de páginas con la noticia en desarrollo. Incluso en su versión web,
Le Monde comenzó a reseñar qué estaba pasando por esos lares. Entonces sí hubo
difusión, pero no tanta como la de París porque por alguna razón los ciudadanos
de otros lares no se interesaron tanto. Probablemente no estén muy relacionados
con Beirut (ni sepan de la existencia de un país llamado Líbano). Probablemente
hayan ido sus últimas vacaciones a París y esto los haya hecho sentir en medio
del combate. Los medios le dan bombo a lo que venden. Ellos, a pesar de todo lo
que digan, les importa es tener público, que los miren. Por eso es que en este
momento, los periódicos colombianos están más pendientes del partido Colombia –
Argentina, que de la situación actual en París. Así funciona el mundo. Así ha sido desde hace
un tiempo.
Por eso es este mea culpa y mis golpes de pecho. Por no
haberme sentado a pensar lo suficiente para llegar a estas conclusiones antes
de decirle al periodista que sí, que aceptaba su entrevista, que aceptaba su
reportaje que para más inri iba para televisión. Y déjenme que les diga una
cosa sobre ese medio, todas las noticias son manipuladas. Los medios no
manipulan las personas sino la información, ergo, si ellos toman un testimonio,
lo cortan hasta que quede lo que les importe dependiendo del tiempo que tengan
en pantalla, y los detalles que les interesen. Si hay una reunión de
mandatarios en la ONU, ellos cortan los saludos protocolarios, las normas
jurídicas citadas y dejan sólo las frases rimbombantes, polémicas; aquellas que
pueden llamar la atención por parte de las gentes. Aquello que recibimos es lo
que los medios nos quieren dejar. Y eso en principio no está mal. Hay gente que no le gusta ver el partido de
fútbol sino los goles. Hay gente que quiere saber qué pasó en una discusión
sobre el salario mínimo y no se va a poner a ver toda la discusión entre representantes
de Gobierno y sindicatos, sino va a lo que se pactó. Así son las cosas.
Ahora, el problema es que la entrevista la acepté pensando
de forma idiota e inocente que me dejarían dar una opinión sobre la situación
de los días siguientes al ataque (creyéndome yo quién sabe qué persona, a pesar
que mis conocimientos de la situación son los de cualquier ciudadano),
dejándome hablar al menos un minuto sobre la polarización que hay en este
momento en el que si uno dice que Francia debe dejar los bombardeos porque hay
riesgos gigantescos de que éstos afecten a la población civil, inmediatamente
le caen a uno para pegarle (y lo invitan de forma grosera a irse a vivir a
Irak, como me pasó con una venezolana); y si uno dice que Francia debería
atacar, inmediatamente le caen también a uno a tildarlo hasta de asesino (como
vi que le dijeron a alguien). Así está el ambiente de horrible y está siendo
preferible no opinar sobre nada.
También pensé que podría decir al menos hubo un atentado en
Líbano para que la gente que no estaba allá se enterase, teniendo en cuenta que
un latino puede tener una novia libanesa que esté preocupada por su país, pero
me olvidé que como se señaló en la película Hotel Rwanda, probablemente la
gente que mire aquel canal simplemente dirá “oh qué tragedia” y seguirá
masticando su comida, riéndose de algún detalle y continuando con su día. No
cambiará nada que aparezca o no en televisión. La verdad es que en
Latinoamérica tenemos suficientes problemas para pensar en los de los otros.
Pero ya no alargo más esta historia. Yendo al grano, lo que
me molestó es que además de haber sido yo demasiado tonto al pensar en una idea
demasiado tonta (que por más buenas intenciones, era simplemente eso, tonta),
estuve toda la mañana en el Stade de France, caminando de un lado para otro
mientras me grababan repitiendo las mismas
acciones (porque lo importante para el reportaje eran las imágenes), expulsando
de mi boca lugares comunes (o mejor dicho, cosas que ya otros habían mencionado)
y bueno, intentando hablar sobre hechos sin hablar sobre ellos. A eso me refería
con la manipulación de la información. Además, el periodista me pidió que me
parara y viera el estadio y lo vi…por unos diez minutos hasta que la persona
tuvo su toma. Me dijo que viera mi teléfono como por 20 minutos hasta que
tuviese su toma, e igual, lo hice esperando el momento para hablar. Después
caminé como tonto en vueltas de adelante para atrás, adelante para atrás, hasta
que tuvo su toma. Después de tanta parafernalia artificial, que parecía más una
película que una “entrevista”, finalmente hablé, pero la primera toma no sirvió
para nada porque hablaba muy “poco natural” (cuando me preguntaba que dónde
estaba, respondía que “nosotros” estábamos arriba. Para el periodista es poco
natural que alguien hablara en aquel plural, pero yo no podía dejar de verme
con los amigos con los que había ido). Así siguió, diciéndome que no, que
debería decir de tal modo y al final no sé cuáles palabras eran las mías y
cuáles las suyas. Ya al final seguí porque a pesar de todo, esa persona era
buena gente y pues me dije colaborémosle y miremos a ver si al final puedo
colar algunas palabras sobre el asunto. Además seguí con aquellas coreografías
realmente artificiales, en las que mostraba una y otra vez mi billete de
entrada al estadio, como lo sacaba del bolsillo, como lo abría. ¡Una película!
Al final yo no sabía ni para qué había ido. No sé si fui actor voluntario de
alguna película, pero hacía todo lo posible para llegar a eso. Al final, las
tomas terminaron por un costado por el cual no pasé nunca mi primera vez, al
lado de unas flores que yo nunca dejé y que otros fotógrafos fotografiaban. Me
pidieron que me acercara a las flores para una toma y después oí a la
camarógrafa diciendo que la historia iba a ser la “víctima” volviendo al lugar
de los hechos tres días después. Aquello me pareció inaudito, porque habían
sido los periodistas quienes me habían dicho que fuese al estadio. La verdad si
hubiese por mí no hubiera ido, por la simple razón que queda a una hora en auto
de donde estaba. Pero bueno, de nuevo preguntas y respuestas (esta vez menos
condicionadas), la toma de los mensajes de mi hermana.
Luego me fui, sintiéndome como usado, sucio. Tomé entonces
el siguiente RER dirección París, me fui a la universidad y me quedé en la
biblioteca, intentando leer sobre contratos a sabiendas que me perturbaba el
hecho de que me sentía usado. Finalmente después de una hora en la biblioteca,
me vi con mi novia y le dije “bueno, ahí intenté hacer algo pero terminé sintiéndome
como usado. Sucio. Lo que me molestó es que además de haber sido yo demasiado
tonto al pensar en una idea demasiado tonta (que por más buenas intenciones,
era simplemente eso, tonta), estuve toda la mañana en el Stade de France,
caminando de un lado para otro mientras me grababan repitiendo las mismas acciones (porque lo importante para el
reportaje eran las imágenes), expulsando de mi boca lugares comunes (o mejor
dicho, cosas que ya otros habían mencionado) y bueno, intentando hablar sobre
hechos sin hablar sobre ellos…”. Ella me oyó y al final me dijo “gracias, al
menos lo intentaste y fue bonito de tu parte”. Ahí sonreí y pensé que valió la pena.
Además me dije que esto tenía
que terminar en este blog, en el que he publicado muchas cosas con y sin importancia para mí (pero que me gusta rescatar). Y bueno, en esta ocasión lo hago porque prefiero que esa privacidad
abierta sea compartida de igual forma, pero bajo mi control. En todo caso, así
quisiese hablar de las polarizaciones en Francia, en lo mucho que me duele ver a
París de esta forma, apagándose, perdiendo esa sensación de ser un lugar en el
que se puede hacer de todo por la variedad de cosas por hacer (a pesar de los
altos precios); de aquella noche en la que no sabía que pasaba, de la forma tan
estúpida en que unos alemanes e ingleses se quisieron meter a un hotel muy
cerca de las explosiones “para estar seguros”, de uno de esos ingleses en plan
Carrie Mathison por un lugar lleno de policías; de mi pobre amigo marroquí
siendo maltratado por un policía, de cómo tomamos el último tren de la noche
después de una pelea con los europeos con los que habíamos llegado al estadio;
de los mensajes de mi novia, familia y gentes con las que casi no me había
hablado… creo que es mejor empezar a dejar eso de lado para intentar recuperar una
vida cotidiana, y seguir pensando en el futuro.
O en el presente. Tengo exámenes la próxima semana y toca
estudiar.
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